martes, 30 de marzo de 2010

La anécdota del día



Mediodía en la parada de taxi de un centro comercial. Una madre con su hijo, un niño encantador de unos cuatro años, se acerca a mi taxi. Lleva varias bolsas con juguetes de volumen, así que me bajo del coche y abro el maletero para introducir las bolsas. En eso estoy cuando el niño tira del vestido de su madre reclamando su atención y le pregunta;

¿Mamá, y quien nos va a llevar?, jaja


Y es que en Murcia somos tan poquicas las mujeres taxistas, que encontrarse con nosotras es poco mas o menos que avistar un OVNI.

sábado, 27 de marzo de 2010

Una ventana a la vida


Está amaneciendo, da comienzo el sonido inconfundible que me ha acompañado durante años. Un cántico de pájaros urbanos que anidan en las ramas de los árboles que casi atraviesan mi ventana. Los árboles, los pájaros, su canto.. Siempre han estado ahí, pero me pasaban desapercibidos. Las prisas y las obligaciones nos roban la calma suficiente y necesaria para contemplar la belleza y deleitarnos con los pequeños detalles que nos rodean.

Ahora, cuando les oigo, levanto la persiana y me vuelvo a meter en la cama. Paso un rato observando ese mundo tan cercano como distante. Intento descifrar el espectáculo que se muestra ante mí. Las ramas se dejan llevar al compás del viento. Un compás que se asemeja más a una caricia, a un tranquilo y dulce vaivén. Ellas hacen una reverencia y el baile comienza. Se mecen delicadas, casi coquetas. Adornadas de hojas verdes que sirven de trampolín a los traviesos pajarillos que a veces me visitan. Estos se posan en la repisa, permanecen inmóviles mirando a través del cristal, intuyen que les observo cada día. Que imagino historias, los susurros que el viento silba a las hojas y que determinarán su danza matutina.

Me maravilla que a pesar de tener sus raíces en el asfalto de una ciudad inundada de ruido de motores, de seres que pululan absortos en problemas cotidianos,ese pequeño mundo, visto desde mi ventana cada amanecer, rebosa vida, alegría y me llena de paz contemplarlo.
Al atardecer cambio de ventana, me dirijo a la ventana de mis sueños. Esta la descubrí mucho tiempo atrás, en ella he contemplado las más bellas puestas de sol. Desde allí solo se escucha el silencio de la huerta, roto solamente por gallinas y otros animalillos que habitan casas vecinas que se resisten al paso del tiempo.
Un hogar y dos mundos, Al oeste la calma, el atardecer, el silencio. Al este el ruido, las prisas, el asfalto y sobre todo la danza que me salva cada mañana.

Marisa




martes, 23 de marzo de 2010

Suba un mafioso a su taxi

Esto de conducir un taxi por primera vez, me recordó mucho al primer embarazo. Todo el mundo te cuenta su experiencia, aunque no la preguntes, y te saturan con buenos consejos que por norma general (y como mecanismo de defensa para no enloquecer), por un oído te entran y por el otro te salen. Yo lo intentaba.., escuchaba todos los consejos pacientemente, tanto que todavía los recuerdo, lo que ocurre es que luego se me olvidaba ponerlos en práctica.

Era el ocaso de una tarde de verano en la estación de autobuses. Tengo que aclarar que normalmente no juzgo a nadie por su aspecto. El caso es que estaba la segunda y fuera del coche cuando la visión de un ser extraño me produjo un escalofrío y el pensamiento de “uf menos mal que no estoy la primera”, pero me equivocaba. Unas señoras se habían subido al primer taxi y cuando me fui a dar cuenta, tenía al señor cuya visión me había dado miedo, a mi lado en el asiento del copiloto.

-Buenas tardes
-Buenas tardes, a los Rectores.

Arranco, pongo taxímetro y cojo autovía, es justo ese momento en que recuerdo el primer consejo de una compañera “jamás salgas a la autovía si no te gusta quien llevas y te sientes insegura”. Pues vamos bien….Antonia . que necesidad tenía… en fin. Ya está hecho, intento no parecer nerviosa y el señor comienza a hablar de política y con una conversación medianamente culta, respiro aliviada, igual me he equivocado. Continua contándome una película de que va allí a ver a su amigo el juez, que él es un bohemio, que ha recorrido todo el mundo…Por fin llego. Y atención que aquí comienza lo paranormal, jaja.

Llego al número de la calle que me ha indicado y se baja y sale corriendo, respiro, si como lo leéis, respiro aliviada, alguna vez tenía que ser, no me había ocurrido nunca pero con semejante personaje deduzco que lo mejor que me puede pasar es que se vaya sin pagarme. No me paro ni a parar el taxímetro, me pongo a dar la vuelta, pues la calle no tenía salida y me lo veo corriendo detrás de mí.

-¡Pero oiga que le había dicho que me esperara!
-¡Disculpe, solo estaba dando la vuelta al coche!

Yo juro que no le oí decir nada, el caso es que se monta de nuevo y me dice que a Murcia. Bien, esta vez vamos a coger Juan Carlos I como que me llamo Marisa. Ya un poco mas relajada porque iba por ciudad, el señor continúa con su película. Tengo que decir que era una especie de Fredy Cruger, y que para entonces, estaba anocheciendo y seguía con las gafas de sol y el sombrero puesto. Yo intentaba escucharle para no disgustarle demasiado, en esto que hago un chiste malo que no recuerdo y se pone a reírse, la boca era un agujero negro sin dientes y el señor me dice ¿has visto que joven soy, todavía no tengo dientes?. La gente se cree que tengo SIDA pero es de una piorrea, jaja. Ahora me río, pero aquel día rezaba, la conversación cada vez más rara, aunque a esas alturas ya era un monólogo, yo cada vez más rápida, por fin veo la circular a lo lejos, le interrumpo;

¿le dejo en la circular?
-Si

Llego a la circular, le vuelvo a interrumpir;

-Disculpe, hemos llegado.
-Bueno pues sigue para adelante y me dejas en la Gran Vía

El hablaba sin parar, ya de mafias, armas, yo barajaba si tirarme del coche en marcha, o pararlo y salir corriendo, o pararlo y sacar las llaves y salir corriendo.

-Disculpe, ¿a que altura de la Gran Vía le dejo?.
-Sigue, sigue, déjame en el Puente, de los Peligros que se llama, y esto no es broma.

El taxímetro marcaba unos dieciséis euros, a mi ya eso me daba igual, yo solo quería que se bajara del coche. Llego al puente, le vuelvo a interrumpir;

-¿Por aquí esta bien?
-¿tu donde vas?
Ehhhh, ¡la virgen del Carmen!, digo yo que me inspiraría ella que la tenía enfrente.

-Yo voy a recoger a una clienta y voy tarde.
-Ah bueno, era por si volvía a autobuses irme para allá con usted.

Tuve pesadillas durante una semana, os lo juro.


miércoles, 10 de marzo de 2010

¿Por donde?


Estaba yo machacando ajos para la comida en el mortero, y me ha dado por pensar, (porque lo del mortero siempre me da por pensar), que no sé yo si esto del blog es buena idea. Es por aquello de que está bien que una sea tonta, pero es que con el blog.., no dejo dudas, jaja.

Junio, un señor sube al taxi, hacemos el trayecto y me pide el teléfono, me pregunta si podría llevarles a su señora y a él a su lugar de vacaciones en unos quince días. Le digo que claro y le doy mi número. Me quedo feliz y un poco sorprendida porque es de las primeras personas que me pide el tl. Llego a casa y se lo cuento a Pedro que también se sorprende, le digo, ¡oye que ha visto como conduzco, ¡engañao no va!,jaja.

Julio, recojo puntualmente a D. José y señora y nos vamos de vacaciones, yo sabía perfectamente el camino (porque he de aclarar que solo me pierdo por la ciudad, jaja). Pero el cliente iba indicándome:
- luego tienes que salir por aquí,
- luego a la vuelta por allá.
Le digo;
No se preocupe que lo importante es que les lleve bien, ya si me pierdo sola no tiene mas importancia. Todo bien, llego al destino y recibo una propina de esas que te arrancan una sonrisa.

Vuelvo a casa y Pedro me pregunta ¿que tal el viaje?. Le digo pues bien, lo que ocurre es que tengo la sensación de que mis clientes se quedan preocupados por si me voy a peder a la vuelta.
¡¡¡ Anda ya!!! Pero que exagerá que eres, a todo esto suena mi móvil;

-¿Marisa?
-Si, dígame
-Soy José, ¿ha llegado usted bien a Murcia?


domingo, 7 de marzo de 2010

Una tade de domingo cualquiera



Ha sido un buen día de trabajo. Cuando llueve, (cosa rara en Murcia), los taxistas nos movemos un poco mas. Ahora he llegado a RENFE y me he “estancado”. Llueve y me dedico a observar desde dentro del coche.

Las figuras de la gente cambian a través del cristal. Las gotas de lluvia difuminan sus rostros y sus expresiones se ven mucho más lejanas y distantes. Tanto que aunque estén esperando al familiar que viene a recogerles, parece que hace rato que partieron, tomando “rato” como tiempo indefinido.

¿Somos conscientes de cuando nos marchamos de la vida de alguien?. Esta mañana un cliente me decía que hay gente que entra y sale de nuestra vida con facilidad. Entrar en la vida de los demás es fácil, pero salir no lo es tanto, no basta con apagar el taxímetro.
Cada gota de agua es un recuerdo pulverizado que el limpia aparta a un lado pero no logra borrar.

Dejaremos que mañana salga el sol y renueve los ánimos.


martes, 2 de marzo de 2010

La inmunidad psicológica del taxista

Hace poco terminé de leer “La ladrona de libros”. Para quien no lo sepa está ambientada en la Alemania nazi. Justo al terminar de leerlo me vino a la cabeza mi particular “Liesel”, una de tantas supervivientes y heroínas anónimas que nos rodean.

Era una noche de finales de septiembre, estaba la primera en la Estación de autobuses, deseando que llegase alguien para hacer el último servicio y marcharme a casa. Una anciana endeble de pelo blanco que caminaba con dificultad se asomó a la puerta, parecía estar esperando a alguien. Pero al final se dirigió a los taxis. Arrastraba una pesada carga de la que mis compañeros y yo no dudamos en aliviarla para meterla en mi maletero.

Pero la verdadera carga la descubriría durante el viaje. A veces un trayecto de cincuenta kilómetros da para toda una vida, una sorprendente vida digna de un libro. Que ingenuos podemos llegar a ser.., yo pensando en el equipaje tan pesado que llevaba la señora , cuando la pesada carga la dejó en mi taxi, a mi lado, que es donde quiso viajar.

En cada trayecto, por corto que sea, las personas van dejando un poco de su alma en el habitáculo que les conduce unas veces al reencuentro con los seres queridos, otras les aleja, y la mayoría de ocasiones, simplemente se trata de un trayecto corto a todas y a ninguna parte .

Algunas pasan indiferentes pero a otras cuesta olvidarlas, pasan los días y de pronto te acuerdas de ellas y te preguntas como estarán, pero así es este trabajo, cada servicio es una aventura, una persona distinta con la vida a cuestas, libros abiertos en los que el taxista de pronto aparece de manera fugaz en un capítulo, muchos libros al cabo del día, tantos que a veces tienes que hacer uso de cierta indolencia mental.